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Los 'gota a gota' un riesgo financiero y de seguridad

  • alvatocomunicaciones
  • 4 jul 2019
  • 3 Min. de lectura

Los ‘gota a gota‘se presentan como una supuesta alternativa para muchos colombianos que no pueden acceder al sistema financiero formal. Sin embargo, lo que aparenta ser una solución rápida para salir de las deudas se convierte en un tortuoso problema para quien lo solicita porque los intereses crecen cada día y nunca terminan de pagarse.

Hay mucha gente que no tiene la educación financiera necesaria para entender las bondades de un crédito formal, por eso Asobancaria le propuso al gobierno nacional incluir en el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 este tema. Su ofrecimiento consiste en implementar ejercicios financieros en la educación escolar, sin agregar una materia en el currículo académico como se planteó en años anteriores. Pues desde la asignatura de matemáticas las personas pueden aprender cómo calcular las tasas de interés.


Como una ayuda, la Superintendencia Financiera publica en su página web -junto a un registro histórico- cuáles son los porcentajes máximos que pueden cobran los establecimientos de crédito al momento de concederle un préstamo. Para febrero de este año la tasa de usura para créditos de consumo (aquellos con los que puede comprar un carro o un televisor) está en 29.55%. Un porcentaje que no puede sobrepasar ninguna entidad, pues de lo contrario se expone a perder su licencia de funcionamiento. Mientras que la tasa para los microcréditos (aquellos que puede pedir para empezar un negocio pequeño) es de 54.98%.

La Superfinanciera publica las tasas máximas de usura que pueden aplicar las entidades de crédito.


Suele pasar que cuando alguien está en una situación financiera difícil económicamente aparece el famoso ‘gota a gota’: un personaje no muy santo que ofrece préstamos a tasas exorbitantes de 10% diario o más, lo que está muy por encima del techo de usura de la Superintendencia Financiera de Colombia y que, además, resulta ser una alternativa riesgosa, incluso para la integridad del deudor.


Entonces, es cuando los dueños de pequeños negocios que pueden ir desde un vendedor ambulante, un peluquero, un vendedor de aguacates o una tienda de barrio, recurren a las entidades de microfinanzas que, si bien ofrecen préstamos a tasas de interés más altas (la máxima alcanza 55,17%), al menos resuelven el problema de acceso a crédito a los excluidos del sistema financiero.


Dairo Estrada, investigador principal del Banco de la República, dice que, justamente cuando los indicadores macroeconómicos empeoran es cuando hay un mayor dinamismo en la actividad. “En la medida en que el desempleo aumenta, también sube el saldo de microcrédito, porque precisamente todas estas personas se acercan a la industria para solicitar apoyo y compensar esa disminución de ingresos”, afirma.


Hoy los clientes atendidos para operaciones de microcrédito ascienden a 3,5 millones, a quienes se les han desembolsado $14 billones, según Asomicrofinanzas, gremio que reúne a este tipo de entidades. Los departamentos con mayor participación son Antioquia, con 10,37% y Nariño, con 8,41%. Les siguen Cundinamarca y Boyacá, con 7,23% y 7,09%, respectivamente.

Según la presidente del gremio, María Clara Hoyos, si bien se registra una desaceleración de la cartera total de crédito en el sistema financiero, las expectativas de crecimiento son prometedoras para la actividad microfinanciera: para este año la proyección de crecimiento es de 10%. Esto, en medio de un escenario de crecimiento moderado para la economía, que en 2017 sólo alcanzó 1,8% y que, aunque este año sería superior, no deja de preocupar, por cuenta de la confusión que genera el escenario electoral.


El presidente de Bancompartir, Gregorio Mejía, considera que hablar de crecimiento en la coyuntura actual es muy posible. “Cuando se observan los indicadores de bancarización en las regiones, vemos que hay un espacio que no se cubre, y esto permite suponer una dinámica de crecimiento de 6% a 7% real durante 2018”, afirma.


El microcrédito debe cumplir con una labor social de acompañar a los pequeños productores, sin importar si se trata de una zona de conflicto armado.

Las posibilidades de profundización del negocio abren espacios para que se atiendan más personas: hoy 14 millones viven en el sector rural y en muchos casos siguen sin tener acceso a servicios financieros. “El campo representa 45% de nuestra cartera y queremos seguir apostándole”, afirma Miguel Ángel Charria, presidente de Bancamía, la segunda entidad especializada más grande en este sector.

Pero, sin duda, la guerra frontal contra los ‘gota a gota’ es el principal reto del sector, así como llevar la solución al cliente a donde esté ubicada su actividad productiva.


Si bien adquirir un crédito microfinanciero no es barato, no es comparable al que otorga un prestamista callejero. De ahí a que estas firmas sean llamadas a solucionar parte de las necesidades de los pequeños empresarios todavía hay mucho trecho por recorrer: la fiesta del microcrédito apenas comienza.



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